Este es el primer capítulo de mi diario de viaje a Australia. De cuando en cuando, cuando encuentre algo de tiempo, os iré transmitiendo mis emociones e impresiones
16’45h. 1 dic. 2009
Si a algún chino se le ocurriera la gran idea de montar una tienda de veinte duros al estilo Duty Free en un aeropuerto, sería la ruina de los establecimientos de allí, pero no veas como nos íbamos a hinchar de comprar cosas tontas de última hora. Que si los bombones, el té en una cajita con forma de Big Ben, un libro para no aburrirte mientras esperas tanto como yo, que parece que he echao toda la mañana-tarde aquí. La verdad es que paso de estrujarme el cerebro y leer en inglés, y también paso de cargar con un tocho de cojones. Así que me he comprado un cuaderno. He estado mirando los cuadernos un rato muy grande, luego me he ido a buscar más tiendas, pero como no me quiero perder, al final me he dado la vuelta y me he ido a la misma tienda del principio. Bueno, antes me he comido una pizza. Elegir un cuaderno tiene lo suyo. Es un cuaderno especial lo que yo quiero, porque voy a escribir el diario de mi viaje, y tiene que ser cómodo, mediano, y bonito. ¿Ah! Y que tenga las líneas no muy separadas, ¡o mejor, que no las tenga! Cuando he decidido que el mejor a elegir es uno de tapas negras, liso, finito, sin rayas, y que utilizaba gente importante como Darwin para coger notas. Tampoco tenía anillas, q es una cosa q me molesta mucho por eso de ser zurda. Cuando he ido a pagarlo, me dice el dependiente, que me ha debido ver cara de pobre, que es mu caro, que si quiero saber el precio; y cuando ese señor indio me ha dicho que el librito de Darwin costaba 15 libras, he corrido a coger el más endeble, con menos hojas, y más simple que había. Resultado: me ahorro 11 libras y me jodo por tener un cuaderno tan poco fashion para la ocasión. En fín, siempre me quedará el “tunning”… Me voy a ver si me tiro un rato andando hasta la puerta de mi avión y bajo la pizza.
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