domingo, 14 de febrero de 2010

Mi impresión sobre los aborígenes

01.01.2010 15.40h

[...] Es la tercera vez que me topo cara a cara con aborígenes en una situación muy triste que no puedes comprender desde los museos. Hay que verlo. Desde los centros culturales aborígenes y galerías de arte te muestran al aborígen integrado, el aborígen que hace arte, no para venderlo, sino para mostrar su conexión con la naturaleza y su tierra. Las pinturas cuestan una pasta. Cada pieza o pintura realizada por un aborígen suele llevar una foto del autor, nombre y lengua aborígen. Todos se muestran sonrientes.

Los aborígenes de la calle son vagabundos, borrachos, gente perdida, piezas desencajadas de un puzzle que se tornó diferente. No sonríen, no tienen vida, tienen el alma muerta, son gente sin futuro y son esperanza. Si se acercan a tí es porque queiren algo, que les compres una pintura (Alice Springs), que les compres alcohol para poder seguir con su estado de embriaguez (Eliott), o simplemente ni te enteras de lo que quieren porque van tan borrachos que no pueden ni hablar. [...]

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