lunes, 5 de octubre de 2009

El botellón (en mi pueblo, botellona)

Vale que el botellón es un atentado contra la higiene y la estética, y también vale que nadie tiene nada en contra del botellón mientras se haga en un lugar apropiado y bajo unas normas. Sin querer extrapolar el meollo del asunto a temas derivados como la “movida alternativa”, el consumo de alcohol entre los jóvenes u otro tema de los tantos derivados, tengo la necesidad de dar mi voto a favor de este “fenómeno social”. Coincido en varios aspectos con Pedro Prieto en que desde luego, el botellón, por donde pasa, arrasa. Arrasa a base de botellas de toda clase esparcidas por el suelo, diferentes fluídos corporales… Eso, señoras y señores es una solemne falta de educación y una guarrería en toda regla. A nadie le cuesta, después de su botellón, coger lo que ha sobrado y bien guardarlo (no está la cosa para ir desperdiciando bebidas alcohólicas) o bien desecharlo en los contenedores apropiados (creo que he visto alguno por el paseo marítimo). El que no lo hace es un guarro y punto. Como padre, no lo sé, pero me puedo poner un poco en la situación ya que estoy lo suficientemente crecidita como para saber los sustos que se han llevado mis padres por cada cosa que yo hacía. De todos modos, también está en los padres establecer un horario propio para la edad de los chavales, aunque cuidado, que no se haga botellón no implica que los jóvenes no beban, en las discotecas les venden alcohol igualmente si han conseguido entrar en la discoteca o en el bar de turno. Con lo que estoy totalmente en contra, e incluso me he enfadado, es la posición como empresario. Disculpen, pero ni con 26 años, ahora que trabajo y cobro un sueldo que puedo invertir como a mí mejor me venga, no me da la gana de pagar más de 6 € por bebidas adulteradas, el llamado “garrafón”, ni me da la gana de pagar 5 € por una botellita de agua en el Tito’s, ni no sé cuanto por un red bull cuando decido no beber alcohol. Me niego. Y me reivindico en contra de estos empresarios chupa sangre diciendo “que viva el botellón”.

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