lunes, 5 de octubre de 2009

Los mensajes ocultos de Disney

No sé si alguien se ha dado alguna vez cuenta, o ha podido ver más allá de lo que las bonitas películas de disney reflejan; más allá de la familia feliz, de los amigos aventureros, del amor verdadero, de la naturaleza y animalillos del bosque bondadosos…Todo eso es la mar de bonito para unos críos que aprenden los valores estereotipados de aquella época sobre la amistad y la familia; adjetivos como bondad, lealtad, fidelidad… Todo un modelo de comunidad. ¡Vaya lobos con piel de corderito! ¡Vaya farsa oculta tras el discurso del inolvidable Pepito Grillo…! Menos mal que ningún niño en edad de ver El libro de la selva, ni más de un adulto seguramente, puede ver el trasfondo de estas películas a priori taaaaaaaaan inocentes. Sólo hay que indagar un poquito sobre los autores de los libros originales y sobre su argumento mismo. Por poner algún ejemplo diré que el escritor de Alicia en el País de las Maravillas era un puñetero pedófilo, y Kipplin, el creador de Mowgli, un pedazo de fascista. Quizás estos pequeños detalles no se puedan deducir a partir de películas creadas por un hombre que, a juzgar por el tipo de autores en los que se inspira, intuyo que este tampoco andaba muy bien… (aunque bueno, en esta vida, quien esté libre de pecado que tire la primera piedra… pero eso ya es un tema aparte). Sin duda, las películas que más me llaman la atención son las más antiguas, Blancanieves, La Bella Durmiente, y toda la serie de princesas “repipis” Disney que a todas las niñas que todavía no han empezado a ovular les encanta. Pero para mí las más extrañas son Mary Poppins y Peter Pan. Hoy me dedico sólo a ese niño que no quería crecer, ese que ya para empezar se apellida Pan, como el dios bacanal de los bosques. Es decir, de parranda tol día. No sólo la película misma vende una imagen de la familia estereotipo, y del rol de la mujer en la sociedad (y esto está exageradamente marcado durante la película, así que ni te digo en el libro), sino que de una manera sutil te introduce los primeros trazos subyacentes de una sexualidad pubescente y que por encontrarse situada en la delgada línea que separa lo adulto de lo infantil, nunca llega a emanar del todo. Es como el que asoma la cabecita para ver que hay al otro lado, pero sabe que todavía no debe salir de su pequeño agujerito hasta no estar preparado. Pero en Nunca Jamás el tiempo es estático y la sexualidad nunca llega más allá de un simple juego sensual en el que de cuando en cuando se intercambian dedales.

En fin, toda esta temática sería muy buena para hacer una tesis (segurísimo que existe alguna), unos cursos de lo oculto en las películas infantiles de principios del siglo XX y sobre todo la influencia que ha tenido en los adultos del siglo siguiente, si no se nos han grabado cosas en el cerebro como hacían los anuncios subliminales de Coca Cola y por eso nos hemos quedado pillaos, en esta sociedad donde a todo el mundo le falta un tornillo y nadie sabe por qué. ¿La culpa? De Disney.

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